Cada niño es único e irrepetible y está preprogramado para aprender con facilidad ciertas habilidades específicas más que otras, que seguramente resultarán más de su agrado.
Es muy importante que la familia incentive las capacidades innatas de los niños y los aliente a practicarlas desde la más tierna infancia. Esta condición les permitirá tener más confianza y sentirse más seguros en un mundo competitivo y de gran diversidad donde no se podrán insertar adecuadamente si no se conocen bien a si mismos.
Los prejuicios pueden influenciar a un niño a desarrollarse según las expectativas e intereses de los padres, y este factor es la condición necesaria para generar frustración y disminuir la autoestima al no poder obtener esos logros.
Nadie se puede destacar imitando a otro y sólo se puede lograr el equilibrio y la realización personal actuando con creatividad y atendiendo a las propias aptitudes y preferencias, porque ser capaz de realizar bien una tarea aumenta tanto la confianza como la autoestima.
La autoestima de un niño comienza con el embarazo de su madre, si es un hijo deseado o no deseado, porque el rechazo materno se intuye antes de nacer.
La aceptación del nacimiento de un niño, de su sexo, y de todas sus características y condiciones personales es un elemento muy importante para la futura autoestima.
Los defectos físicos, las enfermedades, las discapacidades afectan la autoestima pero puede revertirse esta situación si es vivida con naturalidad, aceptando las carencias y dando relevancia a otros atributos que pueden compensar el desarrollo, muchas veces con creces.
La baja autoestima es la característica de personas de carácter lábil, inseguras, pendientes del entorno, que prefieren parecerse a otros para sentirse bien y no tienen el coraje de diferenciarse.
El amor de los padres tiene que ser expresado con palabras para favorecer su autoestima ya que todo niño debe conocer su opinión con respecto a él y recibir su aprobación o desaprobación cuando corresponda.
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