La placenta es un órgano que tiene una vida útil limitada de 42 semanas. Durante todo este lapso, es la fuente de nutrición de tu bebé y además tiene un poder de regeneración extraordinario, superior al del hígado humano. La placenta comienza a estar activa y funcional a las 12 semanas de embarazo. Hasta ese momento su funcionamiento es incompleto y el bebé es alimentado por otros medios (deglución directa de tejido o sangre por las células denominadas del trofoblasto).
La unidad funcional de la placenta se denomina vellosidad corial, que es una elongación como el dedo de un guante que presenta una mucosa y un vaso sanguíneo en su interior. Las vellosidades coriales se agrupan formando ovillos o nidos, como una gran tubería enmarañada. Al centro de cada ovillo llega el vaso sanguíneo materno, llamado arteria espiralada, para irrigarlo. Un conjunto de ovillos forma un cotiledón placentario. Una placenta madura presenta aproximadamente 20 cotiledones.
La sangre materna y la fetal nunca se ponen en contacto, pues el intercambio de oxígeno y nutrientes se realiza a través de la fina capa de mucosa que recubre la vellosidad corial. Las vellosidades jóvenes o inmaduras, son cortas y gruesas y las maduras son largas y muy finas para permitir la absorción de oxígeno y nutrientes desde la circulación materna.
En etapas tempranas de la gestación coexisten en la placenta vellosidades jóvenes y maduras, ya que las jóvenes tienen la propiedad de emitir brotes que originan nuevas vellosidades en el caso de que las vellosidades maduras no funcionen correctamente. Pero hacia el término del embarazo, todas las vellosidades son maduras y se pierde la capacidad de regeneración, en consecuencia, si parte de ellas no funcionan correctamente, el bebé recibirá menos oxígeno y nutrientes. A esto se denomina envejecimiento placentario.
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